«Severance» El corporativismo llevado a su máxima expresión
La fotografía de Severance nos encierra en una cárcel visual y mental.
La serie dirigida por Ben Stiller se convirtió en un fenómeno tras su estreno. Años después (cuando he tenido acceso Apple TV) la he podido ver y necesitaba poner mis impresiones por escrito, ya que la maestría con la que guían nuestro ojo y nuestra psicología visual es digna de alabanza.
La premisa de la serie comienza con la propuesta de un nuevo tipo de intervención quirúrgica llamada «separación» en nuestro idioma, que permite separar nuestro «yo personal» u outie y nuestro «yo laboral» o intie. De esta forma, ninguna de nuestras dos mitades es consciente de lo que le sucede a la otra. Convirtiendo la jornada laboral en un loop inacabable, ya que para los habitantes de las oficinas de Lumon no parece haber escapatoria.
Cielo vs Infierno
Realidad vs ficción, el bien contra el mal, ángeles y demonios. Son de conocimiento popular algunos de estos binomios que estarán presentes constantemente en la obra. Mediante la luz, los encuadres y el diseño de producción, Severance nos enseña las oficina de Lumon como un espacio neutro, puro y que podría asemejarse al máximo a la concepción que tenemos del cielo: luz y orden. Todavía es más alarmante esta distinción entre espacios, cuando visitamos el exterior por primera vez. El mundo real o más bien el mundo fuera de Lumon parece oscuro, siniestro y muy contrastado, como si el recinto de la corporación protegiera a sus trabajadores de ese infierno terrenal donde viven. De hecho, conforme avance la trama, veremos como Mark, nuestro protagonista, utiliza Severance para huir de sus traumas.
No obstante, con la llegada de la última trabajadora del departamento de datos, las cosas comenzarán a darse la vuelta y como si del upside down de Stranger Things se tratara, iremos descubriendo la no tan idílica realidad. El corporativismo es llevado a su máximo límite: más que trabajadores, tenemos esclavos cuya única razón para existir son pequeños incentivos materiales al lograr ciertos objetivos y que parece que cumplan condena en un infierno lleno de demonios con traje y corbata.
El uso de la paleta de colores, los ratios de contraste, la composición y los movimientos de cámara serán clave para marcar esta disyuntiva. En el interior de las oficinas. El orden es representado por el espacio del departamento de datos: uso de grandes fuentes de luz muy suave y neutras, que generan poco contraste y color uniforme, composiciones de cámara equilibras y movimiento de cámara suaves o composiciones a trípode. Este orden es roto cuando los personajes intentan huir o romper las reglas que rigen el flujo de trabajo ideal de la empresa. La escena en la que Helly intenta escapar es un buen ejemplo de la contraposición de todos elementos. La combinación de las luces parpadeantes que generan sombras propia de una película de terror, el abandono del trípode por una cámara en mano errática, donde incluso parece modificada la obturación, para crear una sensación de caos total; nos muestran que Lumon no está preparada para el descontrol y el caos, que detrás de este oasis de capitalismo perfecto y funcional, hay grandes fallos y problemas que ni los líderes sabrán afrontar.
El mundo real exterior está plagado de elementos que nos producen rechazo y que nos harían preferir la tranquila y plácida tranquilidad de nuestra mesa de despacho. En el mundo de Marc es invierno, todo está plagado de nieve, sótanos y zonas muy oscuras. La clave baja y el exagerado contraste nos llaman todavía más la atención en los cambios de escena entre un mundo y otro. Hasta los interiores nocturnos emplean la luz cálida cenital y un paleta de colores propia de movimiento pictórico del barroco, donde se busca la realidad, mediante fuertes luces y sombras y colores ricos e intensos.
La caída de los condenados
El título de esta obra de Rubens nos ayuda a situarnos en el inicio de la serie. Una de las protagonistas aparece sobre la mesa de la oficina en un simétrico plano cenital. Una vez terminada la series, para mi tiene una doble lectura. Se trata de una representación clásica de la pintura de la caída del ángel a los infiernos. Tras su período de formación parece que todo va a ir bien, que lo único que se debe hacer dentro de las oficinas es cumplir la cuota y que no es más que un paraíso que permite al outie, disfrutar la plenitud de su vida sin las preocupaciones que supone un empleo.
No obstante, como bien se desarrolla en la serie, no hay una separación real de la mente, ambas partes forman un todo y al intie, se le conduce hacia una falsa sensación de libertad de elección, pero cuando la protagonista trata de escapar presentando una dimisión, autolesionándose o incluso llegando al suicidio, se le deniega. Los personajes atrapados en esta cárcel mental no son capaces de tomar ni la decisión más crucial: vivir o morir.
La pintura va a jugar un papel crucial en la serie, ya que no es casualidad que un departamento entero se dedique a seleccionar obras de arte y que tienen una estética cercana al barroco (revisar toda esta aprte)
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Laberintos mentales
Las oficinas de Lumon son un laberíntico lugar donde los protagonistas pierden la percepción del tiempo y del espacio. No son conscientes del número de personas que trabajan allí, de cuántos departamentos hay, ni siquiera hay un mapa de las instalaciones. Todo está pensado para funcionar como una cárcel y que el empleado no necesite levantarse de su cubículo.
La dirección de fotografía en esta serie es una de las claves para acentuar todavía más este concepto. El uso de imágenes perfectamente simétricas en espacios amplios, pero con unos límites bien marcados, nos refuerza todavía más esta sensación de aislamiento y soledad, de incomunicación y de no tener escapatoria.